Bodega Osborne

Jardín OsborneJardín 2 OsborneJardín 3 OsborneBotas Bodega OsborneBodega Osborne BotasCatedral del vinoVORS Bodega OsborneVORSVinos-de-Jerez 2Vinos de Jerez

Descubriendo los vinos de Jerez

En esos días de calor intenso donde la humedad es tan alta, no hay nada de viento y donde parece que respirar es un gran esfuerzo físico, no hay nada como entrar a una bodega de vinos de Jerez para recomponer el alma.

Debo admitir que en cuestión de vinos de Jerez soy una completa ignorante, por esta razón decidí visitar una de las bodegas más conocidas en el Puerto de Santa María. ¿Quién no tiene una fotografía de un toro negro, fuerte y bravo en medio de una carretera española? ¿Ya saben de donde se trata, no?

Una vez que te bajás del carro, empezás a imaginar decenas de barriles de Jerez rodando por las calles, para ser embarcados en el puerto rumbo a Inglaterra. La ciudad, ahora un poco descuidada, mantiene su pose señorial con edificios grandes y elegantes, te das cuenta en seguida que debió ser una ciudad muy rica.

Camino a la bodega, puse atención a los nombres de las calles, Calle Oloroso, Calle Fino, Calle Amontillado, Plaza de las Bodegas; ves la arquitectura de los edificios de esas calles y caés en cuenta que toda la cuadra eran bodegas específicas para cada vino y entendés la importancia del vino de Jerez en la cultura y economía de la ciudad. De repente me invade la tristeza, pensar que esa grandeza es parte del pasado y que el vino de Jerez haya caído casi en el olvido.

Entro por dos puertas monumentales de madera antigua y me recibe el patio con una hilera de árboles a cada lado, formando un arco, enmarcando un panorama hermoso, las haciendas de ambos lados, las paredes llenas de enredaderas verdes, ventanales grandes y, de fondo como protagonistas, varias botas (barriles) de madera con el nombre Osborne.

Comenzamos la visita en el jardín, bajo los árboles de magnolia donde se habló de la importancia del comercio con los ingleses para el auge del vino de Jerez y de la historia del negocio familiar.

Nos dirigimos a la bodega donde envejecen los vinos con denominación V.O.R.S. (Vinum Optimun Rare Segnatum), aquellos con más de 30 años. Basta dar un paso para que el olor del vino te abrace y penetre hasta el último poro de la piel; madera, alcohol, azúcar tostada, vainilla, chocolate, almendra, avellana…, se te eriza la piel, tus papilas gustativas comienzan a salivar y empezás a maquinar en tu cabeza cómo hacer de ese momento eterno.

Te inunda una sensación de haberte detenido en el tiempo, la tenue luz, los pequeños rayos de sol que se colaban por las ventanas, las paredes gruesas y manchadas por la evaporación del alcohol, los techos altos, las botas gordas y redondas posadas en tres hileras, una encima de la otra, muy digno de llamarse catedral del vino.

Continuamos la visita pero yo, ya era incapaz de concentrarme, las botas, el olor del vino, todo el escenario parecía querer hipnotizarme, susurrándome palabras dulces y secas, jóvenes y viejas, hasta querer levitar y evaporarme.

Desperté con un “vete a la conchinchina“, frase que muchos habrán escuchado sin saber de dónde viene. Se refiere al lugar más recóndito de la bodega donde se pone una caja blanca (la conchinchina) muy iluminada, para que en medio de la oscuridad y durante la cata del vino, también se pueda apreciar su color.  De ahí que en castellano se adoptara esta expresión para decir no me molestes.

Luego pasamos al museo donde existen las versiones más artísticas del Toro de Osborne, que se ha convertido en el icono de sus vinos. Este museo reúne pinturas, videos, fotografías y objetos de gran valor para la familia. Una botella diseñada por Salvador Dalí y su anuncio publicitario, son ejemplos de lo que se pueden apreciar aquí.

Degustación de vinos de Jerez:

  • Fino: de color pálido, aromas delicados con acentuaciones de almendra y anacardo. Su sabor es seco, alcohólico pero delicado a la vez, con un post-gusto almendrado.
  • Oloroso: de color ámbar, nariz como su nombre indica, extraordinaria con aromas cálidos y redondos, llenos de frutos secos, tabaco y trufa. En boca es elegante con pequeñas notas de madera, estructurado y potente. De gusto persistente y final de boca largo.
  • Cream: es un producto que buscaba agradar a los ingleses que no querían un vino tan seco. Así que se hizo una mezcla de vino de crianza oxidativa, generalmente de Oloroso (80-90%) con Pedro Ximénez (10-20%), resultando en un vino dulce y fácil de beber. Su color es más oscuro que el Oloroso, de tono caoba. Su aroma es dulce de tonos melosos (miel y caramelo) así como frutos secos. En boca es untuoso, aterciopelado, con dulzura equilibrada, sintiéndose las notas de caramelo. Para mi gusto, es un vino que se puede beber en pocas cantidades debido a su azúcar.
  • Pedro Ximénez: vino sacado de la uva blanca del mismo nombre, que se pasifica al sol para sacar un mosto con alto contenido en azúcar. Por esta razón el vino presenta un color oscuro y una alta densidad. En nariz, su aroma es dulce con notas a pasa, dátiles, miel y frutas en compota. En boca, es untuoso, muy dulce con persistencia larga.

Después de haber presenciado esta paleta tan diversa de colores, aromas y sabores, era necesario ir en busca de una mojama de atún, cazón en adobo, atún encebollado o una tortilla de camarones, para cerrar, con tristeza, esta visita al mejor estilo del Puerto de Santa María.